Empecemos por la fibrilación auricular no valvular (FANV), que es la frecuencia cardíaca acelerada e irregular que puede aumentar el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, insuficiencia cardíaca y otras complicaciones relacionadas con el corazón. Durante la FA, las dos cavidades superiores (aurículas) del corazón laten irregular, sin coordinar con las dos cavidades inferiores (ventrículos) del corazón. Los síntomas de la fibrilación auricular generalmente son palpitaciones, dificultad para respirar y debilidad.
Los episodios de fibrilación auricular pueden ser intermitentes, o bien se puede presentar FA constante que pueda requerir tratamiento. Aunque por sí sola no ponga generalmente en riesgo la vida, la fibrilación auricular es una enfermedad grave que no suele requerir tratamiento de urgencia.
Una de las preocupaciones importantes con la fibrilación auricular es la posibilidad de desarrollar coágulos sanguíneos dentro de las cavidades superiores del corazón, los cuales pueden circular a otros órganos y bloquear el flujo sanguíneo (isquemia).
En la actualidad, la fibrilación auricular se está convirtiendo, cada vez más, en una epidemia que afecta a millones de personas y que conlleva una importante carga para los sistemas de salud de todo el mundo. Solo en Europa, afecta a 11 millones de personas, surgiendo más de 880,000 nuevos casos cada año. Se prevé que la FA vaya en aumento en paralelo al envejecimiento de la población.
Y bueno, ahora que sabemos lo que es la fibrilación auricular, hablemos del accidente cerebrovascular. Este es un ataque cerebral de emergencia médica. Hay dos tipos: isquémico y hemorrágico. El ACV isquémico es el tipo más común. En general, es causado por un coágulo sanguíneo que bloquea o tapa un vaso sanguíneo en el cerebro, lo que evita que la sangre fluya hacia este órgano y en cuestión de minutos, las células del cerebro comienzan a morir.
Otra causa es la estenosis o estrechamiento arterial. Esto puede suceder debido a la aterosclerosis, una enfermedad en la que se acumula placa en las arterias. Los ataques isquémicos transitorios se producen cuando la sangre no llega al cerebro por unos instantes. Tener un ataque isquémico transitorio puede significar que estás en riesgo de sufrir un derrame cerebral más grave.
Los síntomas de un derrame cerebral son:

  • Entumecimiento o debilidad repentina de la cara, brazo o pierna (especialmente en un lado del cuerpo)
  • Confusión repentina, dificultad para hablar o entender el lenguaje
  • Dificultad repentina para ver con uno o ambos ojos
  • Problemas para caminar repentino, mareos, pérdida de equilibrio o coordinación
  • Dolor de cabeza severo repentino sin causa conocida

Es importante tratar los ataques cerebrales lo más rápido posible. Los anticoagulantes pueden usarse para detener un derrame cerebral mientras está ocurriendo, disolviendo en forma rápida el coágulo de sangre. La rehabilitación tras un accidente cerebrovascular puede ayudar a las personas a superar las discapacidades causadas por la apoplejía, o ataque cerebral.

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